Mañana será aquel día. Y un respiro hondo ahogará una pena, una emoción, un momento imaginario y una lágrima surcará tus mejillas con una oración y el alma con un tormento que hasta Dios podría verlo. Tenías la salud doliente y tu punto ciego, tu punto ciego la desconfianza. No me viste venir. Señal de que no me querías, porque cuando cierras los ojos se reconoce mejor el amor de quien te quiere. Se acumulan los recuerdos y una melodía sacude la psique y toca los sentidos, es cuando entendemos que lo falso se percibe con los ojos y lo verdadero con el corazón. Hay algo en ti más oculto que lo que ocultas. En vez de preguntarte con franqueza: "¿Por qué perdí el abrazo, la certidumbre, el sexto sentido, de quien me quiso? En un ambiente de excesiva impunidad, perdonavidas, o unas ganas terribles de morir de éxito, porque ya de tanto ganar siempre, es el precio que se paga por vencer. Orgullosa, te pudo el orgullo, y el silencio evidencia que te sigue pudiendo, tanto es así que parece que hayas vencido. A quien importa, si no a ti ganar o ganar. Haz memoria y repasa tus derrotas. El caso es más sencillo de lo que parece: "donde las dan las toman". Se repite la historia, solo que ahora el ofuscado es otro. Qué odiosa es la política, y, sobre todo, cuando se confunde con los mejores quereres. (El gran problema de nuestra democracia es que en nuestra cultura política el destino de las victorias ajenas es desconocerlas y, naturalmente, no se aprende de ellas). Gracias.
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