Vivimos una realidad que evita pedir perdón. Dar otra oportunidad, y volver a empezar. Preferimos cualquier alternativa que oculte el sentimiento de culpa, aunque el dolor rompa el alma (y mi mente absurda dio en loco). La culpa no tiene dueño. La culpable responsabiliza la ejecución del estropicio al vecino de al lado, esquiva la culpa, la anestesia, buscando el perdón de otras muchas maneras, como si hubiera otras muchas maneras de pedir perdón (sin merecerlo). Y no olvido (ay, el olvido) la que huye del escenario del crimen, la que niega la palabra dada, ni la que escribe en su diario lamentos y sollozos de amor desconsolados, en todo caso, no olvidemos a la culpable ignorando su culpa con la cara de los domingos. -"La culpa de otro es y no mía". -"Vaya vaya, ¿qué me dices? Favor con favor se paga... y tú me lo vas a pagar". La tontería que hoy me obliga a escribir aparece en de soslayo para decirle a quién hace mal a la familia, y los hijos primero, que le saldría a cuenta aliviar su conciencia. El perdón, de no ser un cura: "reza un padrenuestro, y al salir echa un euro al cepillo de las limosnas, porque nunca llovió que no escapara". En Isaías 41:13: "Porque yo, Jehová, soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha y te dice: No temas, yo te ayudo". (Vanidad de vanidades, libera tu "yo" arrogante y vive cara al amor y la santa poesía). Gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario