¡Abríguese, señora!.

Hay quienes dicen que todo es una decisión, otros piensan que es una consecuencia, la verdad incontestable es que "quien siembra vientos cosecha tempestades". Es sabido que la mejor correspondencia la cosecha el bendito amor. Pero cuidado, para que nadie -y si digo nadie, quiero decir casi nadie-, se deje llevar por un engaño, antes hay que resolver qué se quiere cosechar para sembrar en consecuencia. Esto parece un alegre de guitarra y violín, pero existen profecías que lo confirman. También podíamos citar en de soslayo aquello de que "quien a hierro mata a hierro muere", pero no sería correcto, además de injusto, pues el asunto fastidia más que la reputación de una señora que trascendió de la individualidad a la colectividad, según me cuentan. En este punto aclaro que mis fuentes no son fiables, aunque imagino que la autarquía del odio la cegó y tomó la decisión equivocada. Obligada por las circunstancias, pero equivocada. Muy tarde y equivocada. Aquellas formas de abusón de instituto. El no -y no fue no- dejar entrar a su vida a quien le cantaba las verdades a la cara, ay. No fue dueña de su tiempo. Lo dilapidó sin saber que dependía más de su tiempo que de sus palmeras. Habrá, entonces, que ponerle al mal tiempo buena cara y no se me ocurre, sino el invierno para tiritar de frío. Ya siento escalofríos: ¡Abríguese, señora!. Gracias.