Esta noche dormí. Confieso que dormí como nunca. Con decir que me despertó el aroma del café que hizo mi esposa, y eso es mucho decir. Hay una primera vez para todo en esta vida. Y después de tomar café rico, rico (no se pasen), y organizar el día con mi esposa, enchufé el ordenador que me ordena para saber qué planes tenía para hoy. Lleva unos días que va de por libre y no me fío. Jamás leo lo que escribe, pero ahora lo tengo que leer pues le he cogido caminando dos caminos a la vez y me metió en un compromiso. A estas alturas de la vida no puedo asumir compromisos que no puedo cumplir y me tuvo una semana rogando perdón sin saber a quién se lo pedía ni cuál era mi ofensa; desde luego asunto mío no es. El hecho de que no encuentre indicios de una razonable causa me desbarata. Es inexplicable, quizá alguien está gestando en mi cabeza un sin fin de ruidos -en plan acoso-, con una lluvia de recuerdos. Mi futuro no fue ayer, y sin embargo, no tengo ideas de hoy para mañana, tengo sentimientos heridos del corazón y si solo podría rogarle a un Dios en el que jamás he creído. Gracias.
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