Y llegaron aquellas primeras lecturas. Llegaron como van llegando los meses y los años regalando silenciosamente juicio y experiencia, sentimientos, amor por los libros, y escribir, al tiempo que nacía en mí una dependencia literaria extraordinaria. Recuerdo mis primeros poemas con misiones y objetivos de conquista. Recuerdo el primer beso, mi dulce e inocente primer beso. Recuerdo una biblioteca de maderas oscuras y el olor a libro de papel leído. Recuerdo soñar y creerme soñado. Pero antes llegaron los cuentos. Y otros libros, casi siempre entre envolturas de melancolías y divagaciones sin rodeo cuya única utilidad era alimentar en mí el asombro. Llegaron también aquellas otras lecturas políticas, inextricables, que infundieron en mí, solidaridad y contienda, a la vez que me obligaba a buscar en el diccionario de la RAE palabras de rescate. Recuerdo un poema que floreció hechizado. Recuerdo un déjà vu mortal: alma rota, pasos perdidos, venas abiertas. Recuerdo el onirismo y que fui carne de cañón. Y recuerdo un libro que el tiempo no calló: "Don Quijote de la Mancha". Mi ánimo, mi inspiración. Y fui papel y fui pluma y fui tinta y fui borrón. Y soy la página en blanco, la cubierta de un libro sin nombre y sin autor. Gracias.
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