Mal vamos si a partir de cierta edad -incierta, más bien- no sabes distinguir entre el ruido que no aporta nada y los sonidos que lo explican todo, entre los afectos especiales y los interesados, entre las compañías sin riesgo y las que cotizan bolsas vacías, entre las palabras que te enriquecen y las que empobrecen cada espacio que pisan, entre las personas que mejoran tu vida y las que la empeoran, entre daños colaterales y perjuicios frontales. No hay camino que valga la pena si no te dirige a paisajes donde no escuecen los días y no se retuercen las noches con espasmos de amargura y temblores de hastío. Se pierde demasiado tiempo ajustando cuentas con la propia memoria, como si eso pudiera curar heridas: las verdaderas, las profundas y dañinas, no se cierran nunca. Así que hay que aprender a convivir con ellas como se pueda, o como te dejen, sin olvidar que las penas solo conceden tregua cuando haces de ellas una vía de respeto por sus causas y de aprendizaje por sus consecuencias. (Tino Pertierra). El pasado nos esclaviza y las buenas madrugadas no volverán, pero la inspiración aparece en la noche bajo la luna en Les Seniaes. ¿Amable o violento? (Hasta que no escribo el día, no amanece). Gracias.
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