Vengo de un tiempo donde los políticos eran valientes, arrojados, audaces, temerarios. Nada se les interponía en el camino, y si algo se les interponía cortaban el camino. Ay, qué tiempos aquellos... Valientes, al mantener una realidad política que no era ni siquiera promesas por cumplir. Arrojados, al participar en coyunturas sociales de un país que nunca alcanzó su propio destino, ni intentaron construirlo. Audaces, al hacer declaraciones a los medios de comunicación de prácticas corruptas que tenían que ver con la oposición, no con ellos (hasta que un juez los enchironaba). Temerarios, al declararse candidatos por cuenta propia sin pasar por el colador de primarias que impulsaron cuando eran otros los dueños de su partido. Me viene a la cabeza el señor que propuso para presidente de gobierno el partido del irrepetible en la moción de censura (vergonzoso) cuando dijo que los políticos de ahora (y los de antes) tienen el síndrome de la Moncloa. (¡Miserables!. Echen cuentas, sean sinceros, dense una vuelta y váyanse, otros vendrán que buenos los harán. Nunca faltó un roto para un descosido). Gracias.
¡Qué triste lo de ayer! o mejor esperpéntico. Me pregunto si Tamames no tendrá una hija a mano para que lo hubiera encerrado en la habitación de su casa, hasta que se le pasaral el derio escénico este que le ha entrado a estas alturas de la película y de paso, salvarle un poco la dignidad, porque ¿qué es un hombre sin dignidad? Tamames ; )
ResponderEliminarMás besos!
Cierto. Gracias, María. Beso grande.
ResponderEliminarSalud.