martes, 1 de marzo de 2022

Bendita rutina ausente.

Hay días que sin ganas me obligo a escribir y las palabras que salen de mi teclado intimidan. Soy persona que no comparte sentimientos del corazón con otras personas. Aunque ahora, confieso que me gustaría hospedarme en otros corazones que tengan algo que decirme acerca de los abrazos y los besos que no di. Que no dieron. Que no nos dimos. El coronavirus me quebró el corazón y el desamor se hizo dueño de los restos y Les Seniaes se declaran incapaces de ir en busca de la rutina ausente. Bendita rutina ausente. Quiero trascender y compartir ideales, sueños, y hospedarme en otros corazones antes de morir. He vivido cautivo y esta indolente pandemia le debe a mi corazón gastado, condenado sin juicio y sin culpa; días con miedo, duelo sin muerte, vida sin alma; esta pandemia le debe a mi corazón vida sana, vida amorosa. Vivo el abandono y el desconcierto me abruma y, sin saber qué hacer, entre la frustración y la desesperación; voy o me quedo, se lo digo o no. Lo peor que jamás imaginé lo siento desde el día que el coronavirus volteó mi vida y dejé de ser activista ciudadano. Gracias.

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