viernes, 31 de enero de 2020

Vuelvo al amigo muerto de ayer.

"Aunque parezca un contrasentido, el ocio es hoy un tiempo ligado a la producción. Se trabaja con intensidad para acumular dinero que luego será gastado durante las vacaciones, las diversiones, el entretenimiento, etcétera". (Fernando Savater).

Vuelvo al amigo muerto de ayer porque me quedó una pregunta en el aire: ¿Habrá que echarle cuentas a la cultura? El ocio es un gasto superfluo, aparente e inútil, y si se compara con la cultura, a la que la institución cercana le roba el nombre, sale caro. La cultura te forma intelectualmente y, como el pan, es alimento de primera necesidad. La cultura como consumo. No basta con saber que se venden libros en las librerías, hay que leerlos, y en una biblioteca pública. Comprar un libro y entrar en el dominio pleno del conocimiento y no esperar que lo haga la institución cercana porque para ella el dinero solo se gasta en mucho ruido. Para ella, la institución cercana, el conocimiento no va ligado al entendimiento porque genera distorsiones y brechas que la interpretación llena y el juicio sella. Demasiado complicado para un pelo bonito. Daré en loco antes de que el conocimiento entre en la Casa de la Cultura y vivamos en modo ilustrado. El cociente intelectual no deja a nadie indiferente.

Y vuelvo al amigo que mató el camión de la cerveza al cruzar la carretera porque tenaz lector y con extraordinaria capacidad para escuchar, fue quien me enseñó a leer y a escribir el día que me gusta. Echaré en falta al amigo muerto de ayer... Me lo dijo Eugenio: "Los amigos, si son buenos siempre se van los primeros". (No podrás huir de mí ni de los recuerdos que juntos creamos porque antes tendrías que dejar de soñarme y eso tú, no lo puedes impedir. Mientras me sueñes existiré). Gracias.

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