Ayer estuve en Valencia: Patricia quería que fuera con ella de dama de compañía porque las batas blancas como a mí las batas negras. Las batas blancas de los médicos y las batas negras de los curas, perdón, las sotanas. Cada cual tiene sus miedos y de cuando en vez los saca a pasear. La buenas noticias avisan, las malos noticias no avisan. Pero de salud bien, gracias. Fuimos en coche hasta donde en Valencia se puede ir en coche que matemáticamente es donde no sé: coches y más coches. Valencia es un imposible si no vas en taxis a donde vas. ¡Uf, qué calor!. Sí, lo sé, como Arturo Pérez-Reverte, es lo que me ocurre cuando quiero y no puedo, cuando no se me da la gana, cuando me faltan las palabras y me sobran los silencios. En boca cerrada no entran moscas, ¿verdad? Mañana, si todo sale como espero y deseo, hablaremos del amor, de la vida y la familia. O no hablamos y punto. (No se debe temer al miedo, aunque se vista de soledad mal llevada ¿? Para vivir la soledad es refugio. Se trata de coordinar la vida y vivir, fijar el rumbo y vivir todos los rincones de la vida). Gracias.
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