domingo, 2 de junio de 2019

"Te perdono, güelu".

Ojalá y lo que voy a escribir con la mano en el corazón no lo tenga que negar bajo juramento ante los tribunales de justicia.

Y qué gracia, me viene a la cabeza Ian con las palmas de las manos unidas y su carita de cielo: "Te perdono, güelu". Sí, Ian me perdona cuando yo gano y me hace sentir culpable por ganarle. Ian no sabe que yo ya era culpable mucho antes de que naciera. Un güelu no puede ganar a un nietu porque no, menos yo, que puedo ganar a un nietu porque sí. Y en este plan de gano yo y no tú que soy tu güelu como siempre pierdo yo, porque enfadado me dice: "Pues ya no te quiero". Que Ian no me quiera es la muerte para mí... Pero vuelvo a la gracia que me obliga a escribir y se me ocurrió decirle -y Dios y su María me perdonen-, que cuando en misa de María Auxiliadora pusiera las manitas unidas y su carita de cielo para cantar: "Perdona a tu pueblo, perdónale Señor", se eleve ante la concurrencia y perdone al pueblo de Patricia aquí en la tierra como en el cielo.

El perdón no está en la tierra ni está en el cielo, el perdón está en el corazón de cada uno. Si Dios y su María dicen no, será María, la Magdalena, que siempre me acompaña quien diga sí, y me perdone. Y me salve. Hay gracias que parecen buenas y son desgracias. En la noche desvelada las voces son otras: atroz el descalabro mental. Ya solo busco el perdón. Gracias.

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