El enunciado de hoy es un refrán según el cual cuando las cosas se complican, conviene enfrentarlas con la mejor actitud. A veces no sé quien soy y niego lo que ven mis ojos. Otras veces lo que ven mis ojos me parece bien porque a mal tiempo...
Días atrás una joven de mirada triste me preguntó por qué no sustituía a dona. (¿Por una burra? ¡Vaya!, como si un sábado de fieles difuntos dona estuviera muerta o fuera una camiseta rota. Una joven quería saber y a mí no me apetecía explicarle. Su mirada me llevó a pensar que va por el mismo pedregoso camino que el mío. Si tengo razón, y la razón sería de las que uno pagaría por no tenerla... No sé. Quizá tenga que explicarle que dona es insustituible porque no soy capaz de amar, y no digo amar a otra, digo amar desde que dona murió. Las certezas del humano ser se basan esencialmente en la visión, luego vienen las palabras, las promesas, las traiciones. Lo cree esa gente que no se fía de nadie. Ya no tengo capacidad de amar sino a quien amo, pero me sigo fiando de la gente. De viejo no se sabe lo suficiente, y yo, como no aprendo, me sigo fiando: me reinicio en otra gente sin llegar al amor. Eugenio es Eugenio y dona es dona. Eternamente. El amor se fue con ellos. Y de siempre se sabe que hace daño el que puede y no el que quiere. (Hagas o digas, tú y yo, seremos tu perdición). Gracias.
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