Un sentimiento de amor encamina sus pasos hacia un algo que nadie sabe... Cuando amamos recopilamos disfrutes como dote, son cosas sublimes que entregamos a la persona amada. Algo maravilloso ocurre y nos volvemos estúpidos. Estamos enamorados cuando conocemos a alguien de quien nos sentimos atraídos y dejamos caer las barreras que nos separan de los demás; no queremos saber nada de nadie, solo queremos estar con esa persona y compartir sentimientos íntimos. Pero resulta ser que enamorarse no es solo amar todas las coincidencias, también es amar todas las diferencias. Cuando uno se enamora en realidad no ve a la otra persona en su totalidad, solo ve lo que quiere ver, pero hay otro lado, ese lado es como una pantalla donde se proyectan aspectos de vida idealizados. Percibimos el amor cuando lo podemos tocar. Cuando pasa si pasa de soslayo y estamos bien atentos es cuando el amor reemplaza a todo lo demás. Amar a una persona es deshacer esas proyecciones para relacionarse sin tapujos. El proceso no es nada fácil, pero enamorarse es lo más hermoso que nos puede ocurrir por casualidad. Hablo de amor en el sentido del bienestar que invade nuestro cuerpo y alma, y que se afianza cuando apreciamos a la otra persona sin querer cambiarla. Más importante que la manera de ser de cada cual es sentirnos a su lado en estado puro de gracia. El placer de estar pegado al amor que se ocupa de que estemos bien dándonos lo que necesitamos y disfrutar con ello. Ocurre cuando nos sentimos unidos a alguien de una manera diferente. Se diría que es el regocijo de estar con la persona amada sin tomar decisiones. Vivir y compartir con esa persona y descubrir la aquiescencia de estar juntos contemplando nada y ser felices. O estar lo más cerca de la felicidad sin ningún género de dudas. Gracias.
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