miércoles, 29 de agosto de 2018

José Manuel (viene de ayer).

Hace años, con otros y otras, en un diario de tirada regional participé en un Taller Literario con el fin de aprender a escribir. Ayer nombre a mi amigo, José Manuel Fernández Argüelles, escritor de reconocido talento (y premiada su obra) que, aún, y a pesar de los pesares me enseña a escribir y pierde su tiempo (en cualquier circunstancia, y puesto que mi mente absurda me niega la posibilidad de aprender sintaxis ¿qué sintaxis? La manera de expresarse y combinar palabras coherentemente. "Fáiseme imposible"). Y, de aquella, el director del Taller Literario, en un verbo y por burro me expulsó, o intentó expulsarme porque José Manuel salió en mi defensa y habló de un escritor que no sabía escribir porque su mente absurda... Se explicó coherentemente (¡ay!) y el director del Taller Literario me dejó seguir pero de oyente. Según parece lo mío tiene un nombre relacionado con la mala cabeza, desorden, conflicto o lo que sea. Jose, porque sé que estás ahí, digo que me haces mucho bien cuando me aconsejas aunque no te entienda y te doy las gracias: Gracias. Quizá la María te envía para que saques un algo provechoso de mí que no sea picar carbón. (Quizá ya ocurrió). Eres buen amigo. Y de la Cuenca, ¡ahí es na!. Gracias.

1 comentario:

  1. Cuando uno se mete en el mundillo literario, conoce a mucha gente que padece el virus maravilloso de la escritura, y con esa bendita enfermedad ya es suficiente para escribir. También das con algunos egos subidos de tono que aunque trencen frases acordes al diccionario y las normas ortográficas te aburren más que el rezo del rosario.
    Tú eres de los primeros, esos que usan el lenguaje para comunicar una pasión, y esa, la pasión, no tiene reglas.

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