En el jardín de los sueños de Kristel, Diego es el alma de la fiesta. Y me hace pensar si además de vida es un milagro... Las güelas saben de todo muchísimo, se emplean a fondo alterando el estado de ánimo de Kristel, y el de los que no son güelas y tienen algo que decir. Yo cayo, solo quiero que Kristel y Diego sean felices. De momento feliz parece Kristel, Diego lo será si no lo es. Y yo no necesito más para ser feliz que ver a Diego durmiendo en los brazos de Kristel. Hay quien considera que la felicidad es sinónimo de lujos, riquezas, y en ese plan; si en realidad eso es la felicidad lo es en una parte insignificante.
El los años altos, y según el caso, uno necesita más y menos: más amor y menos conducir. A veces pienso en Manolo: "no es más tonto porque no se entrena" que diría la encantadora Celia Villalobos. Me siento inseguro al volante por las calles de Valencia. Me faltan los reflejos y saber a dónde voy, Manolo me vendría genial como chofer. Joder, dona, tendré que pensar seriamente dejar de conducir. Los años ponen piedras en la carretera y casi no las veo. ¿Si algo nace necesariamente algo muere? ¿Será Diego mi recambió natural? Quiero ver crecer a Diego y que haga feliz a la niña de mis ojos (ni se imagina lo mucho que la echo de menos). Y que Kristel le enseñe a dibujar de colores sus años infantiles... La sonrisa alegre de Diego me hace sentir más vivo. Cada día busco y encuentro una razón por la que luchar. Mi bebé, te quiero. Os quiero. Gracias.
Te queremos mucho güelu!!
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