Recuerdo tu fotografía, tus manos emparedando tu cara. Te recuerdo como disculpa a pesar de los años. Pero si te hubiera olvidado porque mi mente absurda así lo hubiera dispuesto en mi biblioteca tengo un libro que escribí con tu nombre cuando la mente era fiel a mi voluntad. Te escribí un libro, es un libro de dimes y diretes, nada importante, si no fuera porque lleva tu nombre y un claro e incontestable recuerdo que me permite comprender lo que pasó con todo detalle. Desde el día que una lágrima tuya se dejó caer como una gota de rocío por la pantalla de mi ordenador que me ordena al encenderlo cada día me abriga una sensación de felicidad que solo a ti te podría explicar de no estar alejada de mí quizá para siempre. Joder, dona. Tu libro lo tengo colocado en mi biblioteca justo a la altura de la vista entre libros de poesía. Tú me enseñaste a leer poesía, a amarla, por jamás te lo agradeceré realmente porque la poesía me mantiene vivo. En mi biblioteca tengo más libros, es extensa, pero los libros que tengo solo acompañan al tuyo y son prudentes, no delatan tu nombre cuando acaricio tu libro. No te imaginas la cara de estupefaciente que tiene la Enciclopedia Universal después de haber sido en años la sabiduría por excelencia encuadernada en piel y oro ahora, triste de morir y celosa de ti, al estar situada en lo más alto llena de polvo.
Después de tanto tra siego político; después de tanto y tanto escribir repudiando el comportamiento criminal de los políticos corruptos creo que solo tú me puedes salvar de la debacle mental pues eres de los episodios más hermosos que recuerdo. Espero y deseo impaciente el día que nos volvamos a encontrar. Mientras, seguiré leyendo tu libro de dimes y diretes con tu nombre. De tu mirada nació de soslayo, de mí nace el día que escribo entre paranoias y fatigas. Jamás te olvidaré. Gracias.
Bien ...
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