viernes, 11 de mayo de 2018

La palabra no ofende.

La palabra no ofende, ofende la gente que la utiliza para hacer daño: "no hace daño quien quiere, sino quien puede".

La palabra se deja querer en de soslayo a pesar de mancarla... Yo la manco, pido el perdón y prometo aprender. La palabra es la mariposa que, muerta dona, vuela libre en Les Seniaes. La palabra es la luz, el espejo en el que según quién y cómo leen su nombre entrelíneas... A estos personajes les digo que si leen su nombre entrelíneas es fruto de su imaginación. Y no me importaría decir sí pero digo no. En de soslayo se nombra a Flor de María y a nadie más.

Mi ordenador que me ordena es prehistórico y su sistema operativo no opera ni un grano en el culo y yo soy incapaz de dejar siquiera un alivio de menesterosidad entrelíneas. Escribo el día que me gusta y soy selectivo con el bendito amor, la santa poesía y el fútbol (del Rayo Vallecano de toda la vida). Además, ¿cómo escribir un nombre al azahar si no sé cómo se nombra y de soslayo suspendió el examen de adivinadora? La palabra no ofende. Yo a la palabra le debo la vida. De ser poeta sería de los mejores: no me explico ni me entiendo; tal vez de ahí que alguien pueda ver su nombre reflejado en de soslayo. Pero ya digo que no, aunque a veces escribo el día que me gusta al dictado de mi inspiración (desesperada). Joder, dona, la realidad es similar para todos y si no las pensiones, la sanidad, la cultura, la certidumbre, el silencio. Ya no digo no, ni sí, ni lo contrario. Les dejo con Roberto Juarroz, poeta, él sabe. Gracias.

No se trata de hablar. (Roberto Juarroz).

No se trata de hablar,
ni tampoco de callar:
se trata de abrir algo
entre la palabra y el silencio.
Quizá cuando transcurra todo,
también la palabra y el silencio,
quede esa zona abierta
como una esperanza hacia atrás.
Y tal vez ese signo invertido
constituya un toque de atención
para este mutismo ilimitado
donde palpablemente nos hundimos.

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