Flor de María va diciendo por ahí que soy un cascarrabias. Y no. Ella lo dice porque soy viejo y mis modales no son propios de... ¿De qué o de quién, Flor de María? Soy viejo, pero eso no quiere decir que por viejo sea cascarrabias y lo demás que probablemente sea peor. Los viejos, como cualquier persona, podemos aprender de nuestros errores y ser amables y estupendos y sembrar caricias en las pieles más frías y eso. Por haber vivido -y no digo saber más por viejo que por diablo-, sé distinguir los detalles de las imperfecciones en el carácter de quien tengo enfrente: "El diablo está en los detalles". Sé que me dirías de estar sentados en la terraza de un bar tomando café en amena tertulia que peor que el diablo es tu vecino el asesino en serie y quizá tengas razón; yo también tuve una vecina chismosa que se las traía al pairo cuando se trataba de asesinar por la espalda con nocturnidad y alevosía. Ciertamente, Flor de María el diablo no puede evitar sus instintos básicos ni su mala sombra. (Mala sombra: el disimulo se aprecia a simple vista si va de la mano del odio y viste de blanca vanidad su figura). Ojalá que la esperanza deje descalzo al diablo. Amén.
Flor de María: Allá tu vecino el asesino en serie y allá mi vecina chismosa. Que les den. Tú no desmayes, y si tienes miedo y asoma la incertidumbre, desde el acantilado mira al Este y aprieta mi mano. Y no renuncias al amor, el amor como la fe, obra milagros. (Amor se llama el camino para volver). Santa tu poesía, Flor de María. Te quiero. Gracias.
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