De siempre se ha dicho que es mejor predicar con el ejemplo porque las palabras se las lleva el viento. Y no solo los políticos predican con el ejemplo de negar hasta la verdad, la ciudadanía, y sobre todo la vecindad, también niega la verdad. O la evidencia. Soy nadie para hablar en nombre de la ciudadanía, pero me atrevo a hablar en nombre de la vecindad, mi colindancia cercana. Es paradójico. Nos motiva el interés y eso es todo. Es todo si fuera suficiente, pero hay más y no hablo de política, hablo de lo que realmente importa: el respeto que debemos al amor que nos retiene.
El amor y el interés van de la mano, no respetamos ni nos respetamos: estamos desaparecidos y ahora sí que eso es todo. O tampoco, porque estamos a tiempo de respetar la sabiduría que da la vida para no sucumbir en el espejismo que nubla la mirada y entroniza el desapego ciudadano. Compañeros y compañeras, echemos raíces en el mar de la solidaridad, vivimos distraídos de nuestras obligaciones ciudadanas, transformar la sociedad, eso, guardémoslo en la memoria, es mandamiento fundacional (recuerden). Derechos laborales, salarios, pensiones, dependencia. Dignidad. El corazón socialista no late como latía y el coma es irreversible. ¿Verdaderamente es irreversible? (Beso). Gracias.
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