La cosa empezó como si no fuera la cosa. Pareciere un juego de cosas pero no. La cosa empezó como empiezan las cosas buenas, por casualidad: a esta altura de la cosa no puedo por menos decir que nos llegamos a querer... Estoy seguro que no me confundió con otra persona más joven y guapa. Nos llegamos a querer y estoy convencido que fue por mi capacidad de escuchar. Tal vez me confundió con un camarero... Ay, no sé, pero eso a quién importa. Importa que nos llegamos a querer. Perdonen que insista: Nos llegamos a querer. Suena tan bonito que de tanto repetirlo me lo creo... Cuando un viejo es demasiado viejo y demasiado sincero no se le puede tomar en serio porque miente más que habla por amor... eso ha de quedar claro: miente por amor. La vida está repleta de pequeños sinsabores y en los años altos pasan de pequeños sinsabores a pesadumbre. En fin ya habrá tiempo para cantar tangos tristones ahora, porque la cosa suena bonito y porque me niego a enterrar un amor en el invierno frío nos llegamos a querer. ¿O no? Oiga usted, la primera impresión es la que vale. A pesar de los pesares, el silencio y el olvido, nos llegamos a querer.
La cosa empezó como si no fuera la cosa. Pareciere un juego de cosas, una fantasía. Sea lo que sea mi imaginación echó a andar y una contingencia abrumadora de recuerdos me atropelló y salte del ensueño como si fuera viernes de mercado y llegara tarde. Creo que después de mucho tiempo volví a estar cerca de la felicidad, pero sí, fui a comprar disculpas al mercado como cada viernes. Me salvan las disculpas. ¿Hasta cuándo? (Me salvan y te salvan). Gracias.
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