viernes, 5 de enero de 2018

La cosa.

La cosa empezó como si no fuera la cosa. Pareciere un juego de cosas pero no. La cosa empezó como empiezan las cosas buenas, por casualidad: a esta altura de la cosa no puedo por menos decir que nos llegamos a querer... Estoy seguro que no me confundió con otra persona más joven y guapa. Nos llegamos a querer y estoy convencido que fue por mi capacidad de escuchar. Tal vez me confundió con un camarero... Ay, no sé, pero eso a quién importa. Importa que nos llegamos a querer. Perdonen que insista: Nos llegamos a querer. Suena tan bonito que de tanto repetirlo me lo creo... Cuando un viejo es demasiado viejo y demasiado sincero no se le puede tomar en serio porque miente más que habla por amor... eso ha de quedar claro: miente por amor. La vida está repleta de pequeños sinsabores y en los años altos pasan de pequeños sinsabores a pesadumbre. En fin ya habrá tiempo para cantar tangos tristones ahora, porque la cosa suena bonito y porque me niego a enterrar un amor en el invierno frío nos llegamos a querer. ¿O no? Oiga usted, la primera impresión es la que vale. A pesar de los pesares, el silencio y el olvido, nos llegamos a querer.

La cosa empezó como si no fuera la cosa. Pareciere un juego de cosas, una fantasía. Sea lo que sea mi imaginación echó a andar y una contingencia abrumadora de recuerdos me atropelló y salte del ensueño como si fuera viernes de mercado y llegara tarde. Creo que después de mucho tiempo volví a estar cerca de la felicidad, pero sí, fui a comprar disculpas al mercado como cada viernes. Me salvan las disculpas. ¿Hasta cuándo? (Me salvan y te salvan).  Gracias.

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