viernes, 19 de enero de 2018

La vanidá es yuyo malo.

Que no llegase la sangre al río sería lo mejor. Sin embargo, quien nació negando la verdad que la haría libre niega su propia existencia. Como anticipo de una vida comprometida con el vocerío sin enfrentar la realidad con la muerte que será precisamente lo que ocurra... la muerte. ¿Merece la pena morir de éxito? Hay vivos que aún no saben que están muertos. ¿Qué hay de la correspondencia recíproca? Escasa credibilidad la de una mujer de buen amor que envía un "emilio" de urgencias sin percatarse que ha perdido la cualidad de amar... Todo vale en las lides del querer, incluso la falsedad que anda de forma intermitente por Les Seniaes. (Con buenas pamplinas apareciste. Metido en ti, saldré de tu vida sin que te des cuenta y celebraré que entre nosotros no hubo ni hay nada que merezca la pena considerar).

Yupanqui canta: "Aunque mucho he padecido no me engrilla la prudencia. Es una falsa experiencia vivir temblándole a todo. Cada cual tiene su modo: La rebelión es mi cencia". En una de mis otras vidas se solía decir 30/60 y protesto. Ahora el más tonto sentencia: "el que debe y no paga no debe nada". Y qué pena cuando el más tonto se entere que "no hay plazo que no venza ni deuda que no se cobre". El cómo, nadie sabe, pero despabiló, bajó de las nubes y era tarde, ni cita le dieron para el psiquiatra. Estaba muerta. (Las deudas de amor se pagan en tiempo y forma). Gracias.

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