Misterio de la palabra.
Nuestro corazón desconocía el día cuando el fuego nos fue así entregado
y su luz hizo un surco en la sombra de nuestros rasgos.
Era ante todo flaqueza, la caridad estaba sola adelantándose al miedo y al pudor.
Inventaba el universo en la justicia primera y éramos partícipes de esta vocación en la extrema vitalidad de nuestro amor.
La vida y la muerte en nosotros recibieron derecho de asilo, se miraron con ojos ciegos,
se tocaron con manos precisas
Unas flechas de olor nos alcanzaron, atándonos a la tierra como heridas en nupcias excesivas.
Oh, estaciones, río, alisos y helechos, hojas, flores, madera mojada, hierbas azules,
todo nuestro haber sangra su perfume, bestia olorosa en nuestro flanco.
Los colores y los sonidos nos visitaron en tropel en pequeños grupos fulminantes mientras que el sueño duplicaba
nuestro encanto como la tormenta eléctrica cierne el azul del ojo inocente.
La alegría se puso a gritar, joven parturienta de olor salvajino bajo los juncos.
La primavera liberada fue tan hermosa que nos tomó el corazón con una sola mano.
Los tres golpes de la creación del mundo repicaron en nuestros oídos vueltos iguales a los latidos de nuestra sangre
En un solo deslumbrar se hizo el instante.
Su relámpago nos recorrió el rostro y recibimos la misión del fuego y de la quemadura.
Silencio, ni se mueve, ni dice nada, se funda la palabra,
levanta nuestro corazón para asir el mundo en un solo gesto de tormenta,
nos adhiere a su aurora como la corteza al fruto
Toda la tierra vivaz, el bosque a nuestra derecha,
la profunda ciudad a nuestra izquierda y en pleno centro del verbo avanzamos en la punta del mundo.
Frentes de cabellos ensortijados donde se corrompe el silencio en pelambres almizclados,
todas las muecas,
viejas cabezas, mejillas de niño, amores, arrugas, alegrías, duelos, criaturas, criaturas,
lenguas de fuego en el solsticio de la tierra.
Oh, hermanos míos los más negros, todas las fiestas gravadas en secreto;
pechos humanos, calabazas que son músicas donde se exasperan voces cautivas.
Anne Hébert, poeta, falleció el 22 de enero de 2000.
Muy bien !
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