A mis hijas siempre les he dicho que el rencor no es bueno, envenena el alma. De un tiempo a esta parte a Patricia no le van bien los asuntos que más le interesan. Y tiene que ver con Ian, naturalmente, y también con el futuro laboral. Es domingo y ya nadie dice la verdad. Si tuviera que jurar ante la Santa Biblia diría que ni un milagro nos salvaría. Patricia enamorada de su hijo y su marido (y yo de ella y ella de mí) no es feliz. Si el dinero no da la felicidad el amor tampoco si María, la Magdalena, no nos acompaña. Santa poesía. Se empieza diciendo sí a todo, y cuando es no, no te atreves a decir no, porque no, es una contestación de bombero. En el pueblo de Patricia hay un bombero y nunca le oí hablar mal ni portarse descortés con la vecindad. No entiendo esa expresión. Lo que entiendo es que si no nos respetamos como familia estamos jodidos. Porque con el tiempo reconciliar una relación familiar es imposible. A un amigo le dices adiós muy buenas y ya está. A la familia, por aquello que la sangre tira, estiras y estiras, y al final ocurre que por no decir no a su debido tiempo el enfrentamiento siempre es fratricida. Sin ser amor del bueno, mucho debemos aprender de las relaciones familiares de conveniencia. En todas las familia cuecen habas. Y algunas habas son blancas y otras pintas. Camino de Les Seniaes con Ian y Patricia, se cumplieron las peores sospechas: hay quien nació para negar lo creado. Pongamos de moda la humildad porque a Ian no se toca. Ni a su madre.
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