Me rodean mundos paralelos desequilibrados de injusticias y me sitian monstruos sin corazón. En otros lugares y en otros tiempos con abrir la ventana de lo cotidiano y ver cómo dominaban las injusticias no reaccionaba como debiera. Ahora me obnubila la realidad. Me siento incapaz de tolerar interpretaciones ideológicas de los derechos humanos. La aciaga perversidad suplanta la colindancia. No hay ética en la convivencia. La abalancha amoral de los poderosos que cultivan la deontología.
Bajo este entorno general de violencias me siento incapaz de actuar: mi mente absurda se rebela. No más guerras con cañones, no más muertes. Pongamos la mirada en un orden mundial más equitativo. También la economía precisa de políticas honestas e igualitarias para erradicar el hambre y la pobreza del mundo. Hay que invertir en vida; pero en una vida genuina para fomentar la solidaridad. Prevalece el despilfarro de unos pocos en detrimento de la gran mayoría. La ineptitud de los líderes mundiales, el negocio frente al razón. Estamos infectados por la desigualdad en parte causada por la insensibilidad humana que se ha universalizado. Quedamos destripados en la miseria sin que un brazo pegado a un hombro nos socorra. Hagamos realidad la sentencia superior: en la vida lo más importante es la vida. "Que la vida no nos sea indiferente" canta, "La Negra", Mercedes Sosa. Se nos va la vida sea cual sea la posición que ocupemos. La vida buena o mala pasará sin apenas darnos cuenta. Avancemos por el sendero de la igualdad y tomemos conciencia de ser dignos seres humanos sin vanagloriarnos de la posición que nos encontremos. No siempre vamos a estar en la cima. Que no importe nuestro estatus social, ni la cuna: nadie está por encima de nadie. Todos y todas somos iguales, y lo más importante, todos tenemos la misma suerte, lo importante es darse cuenta y reconocerlo a tiempo. El sol sale cada día para todos y todas en el mundo. La suerte de la vida es vivirla. Y ya me callo. Se les quiere.
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