sábado, 30 de enero de 2016

Ay, el olvido...

Un día al azahar, uno pierde la memoria y deja de existir. Entonces deja de sufrir y como aquél que dice también mutila su capacidad de amar. Y hace la vista gorda a las consecuencias por demás inevitables del pez grande que se come al chico... Todo lo soporto menos que sufran las personas que me quieren y quiero. Y las que respeto por el hecho de ser personas. No tolero las injusticias vengan de donde vengan... Como padre, abuelo, o simple ciudadano comprometido. Nadie imagina hasta dónde una persona está dispuesta a llegar para defender los valores humanos en un país donde solo interesa lo que interesa a los que mandan o son más fuertes: no y no a las ideas interesadas, partidistas, egoístas o mirar por encima del hombro a las personas. Hablo de los empresarios amigos de Rajoy con su estatuto laboral y de los políticos que pasean sus éxitos por las calles recién asfaltadas con dinero del erario... Y qué me dicen de aquellas trabajadoras que se olvidan de dónde vienen, tantas veces coincidentes en los porcientos. Ay, el olvido... no encuentra camino. A veces sucede que son los mismos miserables. Luego están mis debilidades, controversias o desavenencias mentales. Soy una persona demasiado complicada: mejor no me quieran. Viejo y fuera de mí ante tanto dolor, prefiero querer a que me quieran... Al menos hasta que alguien me rescate de este mundo. Con el perdón. Mejor explica lo que siento don Mario, el poeta, Mario Benedetti.

Chau número tres.

Te dejo con tu vida
tu trabajo
tu gente
con tus puestas de sol
y tus amaneceres
sembrando tu confianza.
Te dejo junto al mundo derrotando imposibles
segura sin seguro.
Te dejo frente al mar descifrándote
sola sin mi pregunta
a ciegas sin mi respuesta rota.
Te dejo sin mis dudas pobres y malheridas
sin mis inmadureces
sin mi veteranía.
Pero tampoco creas a pie juntillas todo,
no creas nunca creas este falso abandono;
estaré donde menos lo esperes,
por ejemplo en un árbol añoso
de oscuros cabeceos;
estaré en un lejano horizonte
sin horas en la huella del tacto,
en tu sombra y mi sombra;
estaré repartido en cuatro o cinco pibes
de esos que vos mirás
y enseguida te siguen.
Y ojalá pueda estar de tu sueño
en la red esperando tus ojos
y mirándote.

1 comentario: