viernes, 26 de agosto de 2011

Soy tu promesa

Diréis, Señor, que en daros lo que es vuestro/ ninguna cosa os doy, y que querría/ hacer virtud necesidad tan fuerte,/ y que no es lo que siento lo que muestro,/ pues anima su cuerpo el alma mía,/ y se divide entre los dos la muerte. Lope de Vega.

Al verte, tus amigos y tus amigas, se abrazaron y compartieron saludos, y entre algunos recuerdos se iban desvaneciendo por momentos en el féretro en el que te encontrabas... Muerta, estabas muerta. Al poco, una manifestación de plañideras y sus pañuelos de alivio se hicieron notar con sus llantos entre los asistentes al velatorio. Algunos mantenían su cara de ir a misa los domingos, otros se detenían a mirarte por si un aquel y los más pasaban de ti como en vida... Cada cual iba a lo suyo. Luego del velatorio, volviste a ser protagonista en el sepelio camino del cementerio... Los allí presentes seguimos tus pasos hacia los misterios de la noche eterna. Pero por el camino ocurrió algo muy extraño, mi asombro fue superlativo: de repente, una especie de niebla la cual se hacía cada vez más densa tomaba forma humana y dirigiéndose a mí con su risa macabra y malintencionada me preguntó: ¿vienes para quedarte...? Atónito, traté de averiguar quién era aquella especie de niebla o espectro. ¿Quién eres? le pregunté. Soy tu promesa, me contestó. Entonces, me entró un aquel por el estómago convirtiéndose en sudor frío, y a medida que me iba acercando al cementerio me chorreaba todo el cuerpo de agua. "Que todas las verdades que se callan se tornen venenosas". Nietzsche. Prometo, y la María sabe, que nada prometí, y que nada pasó entre nosotros... Yo solo quería despojarla de sus ropas y acostarnos en un mar. En conciliar el sueño mientras sus ojos buscaran en la oscuridad algo que no supiera explicar. Después de dar muchas vueltas en la cama se quedó dormida, y yo desperté. Eso fue todo. Y todo lo hice con mucha cautela. (Si quieres, espérame en el cielo o en el horizonte de un mar... Yo te prometo...).

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