domingo, 7 de agosto de 2011

Nana desde El Roció

Mi esposa dice que de un tiempo a esta parte no me entiende, que solamente digo estupideces, y que me estoy haciendo un viejo insoportable. Mi esposa la tiene tomada conmigo. Mis hijas se han ido de casa y la mascota es mía. Igual la soledad se ha apoderado de ella. Tiene la soledad metida en el alma. Mi esposa se siente sola. El asunto es bien fácil, después de una vida dedicada en cuerpo y alma a ellas y a mí, lavando bragas y calzoncillos, de repente, se le puede estropear la lavadora por falta de uso... Un día los hijos se van de casa, otro a un ser querido le da por morirse, que si una grave enfermedad, o la pifia que a la mente se le ocurra regalarte un día de no estar para nadie, y la soledad te puede hacer daño... La verdad, y no me atrevo a decírsela, es que ella también se está haciendo vieja... Yo ya lo soy desde hace bastante tiempo y estoy acostumbrado, pero ella no. Un día amanece y te miras al espejo y resulta que ya eres viejo y no sabes qué hacer con tu vida... Vale que sea tu vida, pero no deja de ser una putada.

Ayer nos llamaron nuestros amigos sevillanos, Antonio y Nana. Yo cogí el teléfono, era Nana: Hola, pásame con Carmen... (Otro día me presentaré que igual creyó que era el mayordomo). Antonio y yo estamos en El Roció, quieres algo... le pregunta Nana a mi esposa. Sí, claro, ponme una vela, le responde. Vale. Y colgó. Era Nana, me dice. Ah, le digo Y salimos de casa a que nos diera el poniente un cuarto y mitad de la noche más espesa.

A veces sobran las palabras. Eso se dice. Sin embargo, yo no sabría vivir sin palabras. Incluso, creo que soy palabra dentro de una metáfora. Metáfora que de tanto usarme me desgasto y pierdo mi credibilidad, mi poder de persuasión, de evocación, de impactar emocionalmente en los demás... En mi esposa. Sencillamente mi esposa no cree que una metáfora desgastada le sirva para algo de interés. Ni de dama de compañía siquiera. Le quedo yo de joven, pero ya no me recuerda... (La próxima vez que llame Nana desde El Rocío, le diré a mi esposa que le diga que ponga una vela por mí. O un buen cirio, que morirme de aburrimiento no quiero).

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