Digo yo, que si hubiera aprovechado mejor el tiempo permitiendo que los años me fueran trazando el camino adecuado de las ideas que dan la vida y arruinan las miserias, quizá no hubiera llegado a los años altos de mi vida disimulando mis verdaderas intenciones con caretas y alguna pose de mal gusto. Prometo ante la María que yo era inocente hasta que la sociedad y algunos malentendidos me condenaron sin saber los cargos de que se me acusaba. Yo confiaba en la sociedad y ella no me correspondió, hablo de humanamente. Le debo mucho a la sociedad, sería injusto negarlo, pero no le estoy agradecido. Será o no una estupidez comparable a la de Felipe González cuando dijo que moriría siendo socialista pero no simpatizante. La sociedad en sí es una contradicción. Pero hay que vivir, y a ser posible sin sobresalir de la media ni un dedo; igual te lo chafan. Otra cosa es sobresalir en grado de excelencia, que entonces no les queda otra que tragar... La sociedad es injusta se mire como se mire. Porque si hablamos de solidaridad, empatía, confianza, respeto... Deberíamos, para convivir en sociedad con nuestras ideas, que pudieran ser éxitos o fracasos, que no hablamos de subir a los altares a nadie, ser más tolerantes, más humanos. Es preciso no dejarse de hacer preguntas para crecer. Es fundamental ser más exigentes, leer más libros, relacionarnos sin envidias, desconfianzas y prejuicios. Si ponemos interés en aprender seremos mejores personas. Hay gente por ahí fuera que nada tiene que ver con lo que representa. Sin embargo, la mayoría y uno por uno, somos iguales. Por boca de Borges sabemos que de las diversas herramientas del hombre, la más asombrosa es el libro. Lo demás son complementos, pero el libro es otra cosa. El libro es la extensión de la mente. Sabiduría. Borges habla del libro como la imaginación del ser humano. A nadie interesa un libro como objeto. Mi reproche a la sociedad tiene que ver con una mano y un brazo pegado a un hombro.
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