jueves, 18 de agosto de 2022

Pedigüeños.

Somos unos pedigüeños. Pedimos como auténticos profesionales. Y somos más pudientes de lo que cada uno de nosotros podemos imaginar y lo sabemos, aunque igualmente pedimos. Pongamos que pedimos por necesidad y todo tiene un precio que estamos dispuestos a pagar por razones vitales, por amor, porque sí o para que nada siga igual. Somos pedigüeños y a Marcos Benavent, "yonqui del dinero", me remito. (Él no pedía, cogía dinero de todos y su caso está en los tribunales). Hay auténticos profesionales, pero quiero creer que son los menos, y por necesidad. "El que es generoso con el pobre, presta al Señor y Él le pagará su obra". (Proverbios 19:17). Y, sin embargo, existe un abismo entre aquello que pensamos, decimos y hacemos. A veces son razones poderosas que nos obligan a pedir en contra de nuestros principios... Todo, todo es pedir. No importa si una pizca de sal a la vecina chismosa... O una cerilla para encender la mecha que da luz y hornea el pensamiento de los más distraídos. (Nunca sabremos lo suficiente, pero la palabra franca centellea y se la reconoce a distancia). Gracias.

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