El pueblo de Patricia está en fiestas. Y no hay Dios quién viva. Alboroto sin orden ni concierto. Son ruidos que borbotean en mi cabeza amplificando mis propios ruidos. Un pueblo en fiestas no es para güelos. Y para más ruidos el PP de los recortes no le complace que ahorremos energía. Que ahorremos como europeos. También como familias en la economía doméstica. Hace mal el PP negando al gobierno. Y yo leyendo periódicos. Como el PP soy de posturas incontestables. Voy de acá para allá con la misma tabarra. Escribo y me pregunto a qué tanto negacionismo. Y tanto ruido. Las fiestas de antes duraban dos días. Ahora duran quince días: Quince de julio y quince de agosto. Me felicito cada mañana por escribir el día que me gusta, pero las fiestas del pueblo de Patricia me inspiran pesimismo. La vecindad lo pasa genial, aunque yo, ay, cuando pongan fin a las fiestas, si sigo vivo, me temo lo peor de los políticos cuando retomen sus quehaceres... Soy militante optimista y tengo escrito por ahí que me lastima la salud mental llegar a mínimos optimistas. ¿Nada cambiará? ¿Me salvará el amor? Gracias.
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