domingo, 17 de marzo de 2019

Incoherencias.

Uno llega a los años altos de la vida y no llega gratis. Ahora podía cantar un bolero, un tango o una canción de amor (vaya, perdona, Flor de María, también podía cantar una ranchera del indio Vicente Fernández). Ay, confieso que no soy de mucho cantar la verdad. Hoy, un domingo ausente del pueblo de Patricia por el ruido tanto y tanto ruido en vez de en misa estoy en una montaña. Precisamente ahora escribo desde una la montaña incapaz de dibujar el paisaje más hermoso que recuerdo. 

Confieso que he probado otros besos y amé otros cuerpos y descubrí secretos que siguen siendo secretos. Y también hice caso al poeta haciendo camino al andar. Pero no falté a la palabra dada ni hice daño a sabiendas. Disculpen, el paisaje me impide seguir escribiendo, incluso creo que es un sacrilegio escribir en vez de contemplar el paisaje. Arriba escribí que uno llega a los años altos de la vida y no llega gratis, tampoco libre de culpas. Imagino que hice daño, sin querer pero hice daño.

Comencé pidiendo perdón a Flor de María, seguí pidiendo disculpas porque el paisaje me impedía ser honesto con lo que escribo y ahora el egoísmo me impide ver el amor que me rodea. Desde mi impagable soledad escribo el día y no hecho en falta nada porque lo tengo todo al alcance de la mano, pero hoy al paisaje le acompañan los recuerdos, las confesiones, el camino y el amor de siempre. La familia, y los niños primero. Todo es mucho y me impide escribir coherentemente. Gracias.

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