martes, 12 de marzo de 2019

Cuando la vida es la muerte a causa del ruido.

En Falles, y si además fuera el fin del mundo -dicho sea de paso, no estoy seguro que no lo sea-, vivo no llego, entonces se lo comenté a mi esposa y ella alquilará aposentos en un hotel de muchas estrellas con pulserita en la muñeca mientras dure el tormento de Les Falles. (Ojalá y que ganen los míos las próximas elecciones porque ni Falles, ni música enlatada, ni flash cegador: a las doce de la noche toque de queda y a dormir). Va en serio, cada jornada fallera me duele más soportar tanto y tanto ruido. Y a peor, según me cuentan mis informadoras, las cosas irán a peor, porque si antes era un solo miembro de la corporación municipal el encargado de organizar los festejos ahora serán tres ¿sí? Lo cierto es que no quieren que se sepa pero se sabe. ("Si no quieres que algo se sepa cuéntalo tú misma"). Todo hombre y toda mujer necesitan creer en algo más que en una muerte lenta... Despreciados como mendigos a la puerta de la iglesia el manicomio es la esperanza, o debido a tanto y tanto ruido, el suicidio como elección y al cementerio. ¿Matar a los pensionistas será la única manera de consolidar el sistema público de pensiones? Cuando creíamos que todo estaba escrito apareció la aflicción extrema y la locura. Ahora que ya hemos perdido toda esperanza de vivir en paz, cuando alguien nos pregunte por el dolor ajeno... Que el dolor ajeno no nos sea indiferente y volvamos a considerar el sentido común, algo tan poco común en los tiempos que vivimos. Gracias.

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