martes, 31 de mayo de 2016

A veces lo peor es verdad.

Dos enamorados fueron a comprar la cena a un comercio especializado en comida estupenda. Es un comercio de viandas delicadas exclusivas para paladares exquisitos. El mejor vino del mundo. El paté de oca engordada con mimo. El jamón de Jabugo. La carne roja del norte. El pescado azul de roca. Los mariscos del Cantábrico. Y las angulas de la San Juan de la Arena antes de que los chinos las llevaran para China. En fin, un carro a rebosar de comida estupenda para una cena de enamorados.

-¿Nos falta algo?
-No, cariño.
-¿Y el cava?
-Vale.

Y pagaron al salir y eso fue todo. Ni se percataron que a la puerta había una madre con dos hijos y una cesta vacía. Y una voluntariosa señora pidiendo para Cáritas. Y un patrón con escolta. Y un ricacho en su coche de lujo. Y un rumano mendigo. Y un sin papeles sin esperanza. Y un asturiano sin casa. Y "un top manta" esposado. Y un chaval de 20 años apaleado en el barrio de Gràcia en Barcelona. Y también en el barrio de Gràcia de Barcelona un policía apaleado. Ya, no hay más ciego que el que no quiere ver. Una realidad social que es un verdadero síntoma de grave conflicto económico, político, humano, que radica en nuestros días como problema grave de solución. No hay síntomas de recuperación, ni perro que ladre a la Ley Mordaza. A los políticos encantadores de serpientes, a los adversarios de la verdad, a los profanadores de tumbas: nadie quiere plañideras que nos recen ni compasión de puro afecto. La familia nuclear la han nucleado. Los niños quieren ser jóvenes, los jóvenes quieren estudiar, y después quieren ser alemanes en Alemania. ¿Alguien sabe cómo se puede construir una patria si nuestros hijos están dispersos por el mundo? ¿Alguien sabe cómo llegar a fin de mes con la nevera vacía? Alguien es alguien que sepa si amanecerá algún día. A veces lo peor es verdad.

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