El bueno siempre fui yo, y si digo yo digo el hombre de la casa, pero ahora ya no lo tengo tan claro. No digo malo de mala compañía y peores ejemplos, digo malo de estorbar. Con los años llegan las dudas y creo sinceramente que ni Manuela Carmena sería capaz de insertarme en la familia; ni a Esperanza Aguirre en el ayuntamiento. Alguien le debiera decir a la alcaldesa Carmena que no insista con Aguirre. Se pudiera decir que soy un estorbo, el problema y no la solución.
No es natural llegar a viejo y tener la dicha que tengo de una esposa y unas hijas y un nieto que es la viva imagen de su madre y que se sigan preocupando por mí. De fijo que hice un pacto con el diablo en una de mis ausencias. Ni la muerte me intranquiliza. Malo es que el silencio y la soledad me ocupen la mayor parte del día, pero es bueno para escribir. No soy buena compañía para mi familia porque nunca estoy y si estoy acabo de llagar. "¡Ya llega!". El grito de mi esposa esperando con las primeras muecas que aterrice. Mi esposa vive en un permanente estado de estrés conmigo, soy el auténtico síndrome de la abstinencia. Vivo alejado del mundo real. Daría lo que no tengo por pasar más tiempo con mi familia y menos en mi insignificante mundo. Tan insignificante que si no lo invento ni existe.
Hasta que la duda agonice en mí, y las idas y venidas, o la muerte, intentaré resistir con la cabeza alta. He de perseverar para dejar de ser un estorbo. No quiero ser un estorbo, un trasto viejo, quiero ser útil. Y pudiera empezar recordando a mi esposa que un viernes para que sea de fiar hay que ir al mercado. Y después al correfur que la nevera esta vacía... (Ojalá no me tenga que arrepentir).
No hay comentarios:
Publicar un comentario