viernes, 20 de mayo de 2016

El ego de una mujer (y II).

Aclaración a la estupidez. El ego de una mujer. Con el perdón.

Esta noche una amiga me envió un "emilio" para preguntarme quién era el ego de una mujer de ayer y nada más. Ni un beso. Vale, ella no duerme y yo no me explico. El ego de una mujer es un sentimiento perjudicado sin nombre para no darle importancia. Es una mujer que a veces nombro si no tengo algo interesante que contar. Pero fue más que un beso en los labios. Cuando una amiga ejerce de mujer es un problema y la nombro sin nombre para no dar qué decir. Me obligo a escribir. A veces, pero muy de cuando en vez, salgo a pasear con Ian sin Patricia por el pueblo y no por Les Seniaes para hacerme el encontradizo. Hay quién al verme de lejos cambia sus caderas de acera para no saludarme, pero si al doblar una esquina nos encontramos echa risas a Ian y a mí, ay, ni una mirada de soslayo. El hecho de pasear no implica caminar y menos avanzar. Si un corazón late a cien lo muerdo para llenarme de él.

Santa la Poesía que lleva al lector a contemplar el tiempo y la distancia por los laberintos del universo que evocan los suspiros y las imágenes del alma en el tiempo y el olvido. Santa la Poesía, se entienda o no, mientras cuente una historia.

De Jorge Luís Borges, Metáfora de las Mil y Una Noches (fragmento).

El sueño se disgrega en otro sueño.
Y ése en otro y en otros que entretejen
ociosos un ocioso laberinto.

En el libro está el Libro. Sin saberlo,
la reina cuenta al rey la ya olvidada
historia de los dos arrebatados
por el tumulto de anteriores magias.
No saben quiénes son. Siguen soñando.
La cuarta es la metáfora de un mapa
de esa región indefinida, el tiempo,
de cuanto miden las graduales sombras
y el perpetuo desgaste de los mármoles
y los pasos de las generaciones. Todo.
La voz y el eco, lo que miran
las dos opuestas caras del Bifronte.
Mundos de plata y mundos de oro rojo.
Y la larga vigilia de los astros.

Dicen los árabes que nadie puede
leer hasta el fin el Libro de las Noches.
Las noches son el tiempo, el que no duerme
sigue leyendo mientras muere el día...

Y Shahrazade te contará tu historia.

1 comentario:

  1. El que no duerme no piensa en el adiós. Piensa en el día que sus párpados terminen la huelga eterna de permanecer abiertos.


    Un abrazo o algo así.

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