domingo, 29 de noviembre de 2015

Duele el amor.

Si fuera capaz de desechar el egoísmo que hay en mí reconocería la pluralidad de otros pensamientos. 
(La cena de ayer bien, muchas gracias. Y la compañía estupenda).
Causa efecto de toda relación humana. Y en esencia alcanzaría el afecto colindante. 

Me falta la serenidad que impone el arte de escuchar... Nunca supe escuchar.
(-¿Qué? -Sin ti no soy nada).
Y desde el encontronazo con la farola sordo. 

Pero además he de aprender a mirar, y para ello no basta con abrir los párpados. En los años altos no he aprendido a vivir. (-Eres predecible, papá. -¿Porque da el sol a la ventana de tu habitación vacía de ti y la voy a abrir soy predecible? -A veces). 
Rajoy es predecible. Abro la ventana porque te echo de menos. Y también para que entre el sol. Claro. Pero te echo de menos... Mucho te echo de menos. Eres la mirada cercana que no veo... cercana e impenetrable.

Qué no daría por volver a la inocencia de Ian, y a más, porque hay más, quiero volver a empezar desde un punto exacto en el horizonte. 
(Hasta Dios ciego de amor lo ve).
No soy dueño del mi mundo solo soy dueño de mi universo y no es más es menos. 

Te nombro en la noche y solo percibo un eco lejano. Pragmático no puedo creer en ti. Prófugo de la fe lo que no veo no existe. Vives en mí, y sin embargo, mi mirada no está preparada para el asombro. (Los besos que no damos en la noche se pierden en la madrugada). Caricia eterna, claridad celeste: Duele el amor.

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