martes, 6 de marzo de 2012

Prudencia

"No te empeñes más en inventar una razón para marcharte, debes suponer que a mí me sobra vanidad...".  Pablo Milanés.

Si uno va por la calle y oye la palabra "negociación", enseguida piensa ¿y dónde los antidisturbios? Sin embargo, si observamos nuestra vida cotidiana, hay que reconocer que parte de lo que nos causa dolor tiene que ver con las cosas no negociadas. ".... todos pedimos más y más y más y mucho más...", como la canción de los borrachos (de amor). ¿Dónde está el límite? Porque negociar es necesario para todo en la vida. Familia, amigos, trabajo, "amaneceres (luna llena celta)". Mientras más personal el asunto más conflictivo. Se trata de buscar una solución a través del diálogo. Algunas teorías proponen a la hora de negociar echarle cuarto y mitad de emoción al asunto como desahogo positivo en vez de soltar amarras. Antes de romper la negociación. Más emoción no puede haber en una negociación que trate del futuro con intereses comunes. Por comunes se entiende que interesen a todos; entonces, nunca hay que perder el control en una negociación, y un primer paso sería reconocer cuando nuestras emociones están a punto de traicionarnos. Esa capacidad fortalece. La clave en un proceso negociador está en saber escuchar, y a más, querer escuchar. La razón por la cual una persona piensa diferente es importante para negociar. Malo cuando uno dice "no te entiendo". Con la llegada del dedo acusatorio se cierra la voluntad de encontrar un punto de encuentro. Antes que esto ocurra, conviene mirarse en el espejo y hacerse dos preguntas, una: ¿Qué siento? Y dos: ¿Cómo explicarme para que me entiendas? O tres: ¿Cómo decirte que me interesa mucho lo que me ofreces pero no lo puedo aceptar? Quizá no logres nada, pero te garantiza que has agotado todas las posibilidades de negociación, y al menos tendrás un final feliz. ¡Estúpido vanidoso!. "En todo momento los prudentes han prevalecido sobre los audaces." Jenofonte.

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