En mi ordenador se acaba de encender un piloto automático. Word no funciona (está usted jodido). Santísima ¿y ahora qué? Y empiezé a sentir lo que siento en los adentros cuando se me escapa de las manos lo que necesito y nunca tuve, el conocimiento, el saber, eso. ¡Dios mío!. Yo que me había organizado la mañana para escribir... ¿Y ahora? Yo nunca cuento con los imprevistos. Dejo volar la mente en la realización de las tareas diarias y lo demás qué me importa. Ay, pero no, a veces ocurren cosas que la mente no controla, y si hablo de mi viejo ordenador que me ordena no me debiera fiar. Cogí la guía telefónica y llamé a unos y otros. Todos se pusieron de acuerdo para que les llevara el ordenador y que luego ya veríamos ¿? Y entonces recordé que una amiga un día me dijo que si tenía algún problema ella me lo solucionaría... Y entonces recordé que una amiga otro día le dije que no esperaba a que ella se fuera, que estaba harto de decepciones, que me iría yo, que mejor me esperase... Le deseé mucha salud y me fui. En ese momento ya lo daba todo por perdido... Y entonces, recordé una póliza del hogar que tengo contratada con una compañía de seguros y llamé, y una chica muy amable me dijo: "efectivamente, tiene usted contratado la ayuda informática on-line con nosotros. Enseguida le paso con un informático... Me sentí a salvo, aunque me temía lo peor: por muy bueno que fuera el informático que me atendiera cuando me dijera que apretara o buscara esto o aquello, que apretara enter, y todo en inglés me echaría al carajo. Y una automatización que me controla el estrés y el desánimo, la inquietud y el agobio se apoderó de mí. No me quedaba otra que rezar. Sabía que la María no me podía abandonar un lunes aparentemente feliz... Y tal que un milagro, un señor de lo más amable y paciente, tecla por tecla, me llevó hasta el final. "Arreglao" -me dijo- (o algo así). Le di las gracias, le bendije, le dije que pasara un buen día, que le quería, hasta creo que le pedí relaciones...
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