domingo, 18 de marzo de 2012

"Hacer el bien a todas horas"

Confieso que he vivido lo suficiente para declararme una persona afortunada. La fortuna no se mide por el dinero, sino por los pequeños grandes detalles que no debemos dejar pasar de soslayo. Hablo de lo que escuché por casualidad en el casal el viernes. Yo nada sabía de una amiga desde hace un año o así, que no quiere decir que la haya olvidado. Mi amiga en otros tiempos fue un verdadero canto a la amistad, al reconocimiento del ser. Y más, de todas las verdades que nos contábamos de cuando en vez entraba en contradicción, porque jamás habló bien de mí como amigo corriente, sino del alma. Decía que tenía facilidad de interpretar sus conflictos mentales. ¿Qué podía decir? Sin temor a prueba en contra, siendo tan importante como era para ella, incapaz de caer en las sucias aguas de la vanidad ni la soberbia... Vale que me quería, pero lo suyo no era normal... No quiero darle trabajo a la cabeza. Por cierto, hoy estoy contando lo que otro día contaría, pero a Valencia no vuelvo (me han dado el día libre), así que me quedaré en casa y celebraré con un vino saber de ti, y también por la fortuna de haberte conocido. Respecto a lo vuestro, si te soy sincero, me alegro por ti. Nunca lo consideré persona de fiar. (Lo que oculte en mi loa... en mis palabras de alegría que constituye el fin de tu ausencia, la noticia que esperaba. En fin, torpe de entendederas, creo que no ha sido por casualidad saber de ti. Y me alegro).

A Demóstenes, máximo orador de la Grecia antigua, le preguntaron qué podrían hacer los seres humanos para parecerse a los dioses y él respondió: "Hacer el bien a todas horas".

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