miércoles, 27 de julio de 2011

Tu cuerpo

¿Comprenderá alguna vez el humano ser que el mejor guía, el líder más fiable, la autoridad más competente, sólo lo hallará dentro de sí mismo? Erich Fromm.

Hablo de las poses de una dama en su poesía. Del desasosiego que engendra una crisis de magnitudes nunca antes vistas en el centro neurálgico del dolor. Hablo de las mentiras dichas en nombre del amor. Mentiras que provocan dolor y sangre en el corazón. Tengo escrito por ahí como respuesta a una entrega dedicada a la poesía que nada es lo que parece en el amor. Un paseo por la memoria, un testimonio, unos ojos en el horizonte y una mirada cercana; una apuesta por la vida. Lo recuerdo como si hubiera ocurrido tal que ayer en un mar cualquiera en calma pero con la ira contenida en sus adentros. Era una ilusión, un privilegio, un encuentro con una piel ajena que despertaba los instintos más salvajes en mí. Entró sin llamar a mi puerta e hizo que descubriera un mundo nuevo, diferente, más allá de la realidad. Sus besos bautizaron mis labios arrugados, y su sonrisa penetró en mi alma y gritó profundo: ¡despierta!. Entonces un aguacero de emociones comenzó a correr por mis venas y mi corazón latía intenso buscando su aliento. ¿Su voz caída del cielo? ¡Increíble!. Era un ángel que bautizó mi alma y me convirtió en un pájaro de un ala que volaba libre por el cielo. No recuerdo más. Mi primer amor. Amor eterno. (El problema, no es tu recuerdo, ni la distancia, es la inapelable tentación de tu cuerpo).

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