sábado, 16 de julio de 2011

La Virgen del Carmen

-Antes de ti hubo otro, se llamaba Emilio. Era un cielo...
-¿Y?
-Pues que hoy es La Virgen del Carmen y él siempre me regalaba flores y me invitaba a cenar y luego al baile...
-¿Y?
-Tú mismo... ¿Recuerdas cómo me llamo...?
-Ah... ya caigo.
-Cuidado no te mates...
-Vale, iremos a cenar al chino, pero de baile y flores nada que estamos a últimos...
-No daré crédito a lo que dijiste, como que no te oí... Escucha, yo te diré lo haremos: primero iremos a la mejor marisquería y te encargarás de que el camarero me entregue un ramo de rosas bien hermosas, y luego al baile hasta el amanecer. ¿Vale?
-Sí, cariño.Heil Hitler!).

-Qué rico estaba el marisco, verdad? Y el ramo de flores... ay, todo un detalle... ¿Y ahora dónde me llevarás al baile, tiene que ser una sala de moda, eh?
-¿Y si volvemos a casa... ya son las dos de la mañana...?
-Uy, la hora bruja... Qué estupendo, vamos.
-Cariño, por favor...
-Esto me recuerda nuestros mejores tiempos. Mira cómo me conservo...
-Déjate de saltar que no sé lo que pareces...
-Aburrido y triste. Patético lo tuyo.
-Está amaneciendo... ¿nos vamos...?
-¿Cómo que nos vamos...?
-¡Por favor...!.
-¡Anda, vamos, tira pa´lante!.

"... al llegar a casa vieron con sorpresa que la puerta estaba abierta, y que encima de la mesa había una tarjeta de visita".

-¿Quién estuvo aquí...? ¿Carmen, no te dije que cerraras la puerta...? Y estas colillas... y esta tarjeta de Emilio... ¿Este ese Emilio del que me hablaste...?
-Cómo va a ser él, si era una broma, una excusa para salir a cenar y al baile.
-¿Entonces de quién es esta tarjeta y cómo explicas lo que trae escrito al reverso? "Carmen, he venido a visitarte y no estabas, ya nos veremos". Un beso. Emilio.

"... al día siguiente, Carmen fue a hacer unos recados y se encontró (casual... causal...) con Emilio".

-Carmen (mira tú por dónde...), ¿cómo estás?
-Bien y tú...
-Estupendo, como siempre...
-Oye, ayer pasé por tu casa y no estabas...
-Sí, ya vi la tarjeta, ¿cómo entraste?
-La puerta estaba entreabierta y pasé, te llamé y ocurrió algo verdaderamente curioso: me senté en el sofá y estuve hablando un cuarto de hora más o menos con alguien creyendo que era tu marido hasta que me di cuenta, al ladrarme, que no podía ser él... ¿Verdad que no era él...?

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