domingo, 10 de julio de 2011

Dama de la lluvia

Bajo silencioso al sepulcro y todos los sonidos y todos los olores se reúnen en torno a mi féretro. Simpáticas plañideras con sus estruendosas voces cantan una canción de despedida para la ocasión, un adiós para no volver... Dejo este mundo indómito como la encontré o peor. Me hubiera gustado morirme un día cualquiera soleado, pero he de conformarme con un domingo lluvioso. Hoy no habrá luces de estrellas conquistadas amerizando con idilio recogió y algún respeto sobre mi tumba. Ni una huella de presente sentimiento. Ni un triste olvido de última hora buscándome para restregarme algún descuido. Ni una ira protestando desconsolada por su revancha. Ni tus pasos construyendo el camino de regreso prometido. Ni un adiós de corazón. Solo yo y el desprecio como abrigo de mi desnudez... En un domingo insolente y lluvioso solo yo lloro mi muerte... Triste consuelo. Mi tumba recoge las aguas del entorno, agua que no arrastra las lágrimas de tus pupilas. Ni honores ni tribuna de respeto. Suenan tristes las campanas, alguien ha logrado que tocaran por mí a las puertas del infinito silencio. ¡Qué estupidez!. Solo un enterrador cabizbajo se asoma a mi sepulcro inquieto de horario mientras la tierra mojada que espera cubrirme de tinieblas se desparrama. Echaré en falta tu risa y tu mirada, tu acostarte en mi regazo y yo escribiendo en una hoja palabras con tu nombre. Nuestro bohío de amor cerrará para siempre su única puerta de luz penetrante. Al fin puedes volver a tu mar... Dama de la lluvia. El reloj ya marca la hora, el sonido lento de la espera ha llegado a su fin. Esto se mueve, el ataúd baja. ¡Trágame tierra!.

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