viernes, 8 de julio de 2011

Amor, amor, amor...

Escribir requiere concentración e inspiración. Pero es difícil alcanzarla cuando vives sometido a tus obligaciones cotidianas. Escribir un comentario de actualidad, un relato, una canción, un sentimiento, no es sencillo si estás en un lugar alejado de la necesaria concentración. Lo más gratificante, apasionante, lo más de lo más, y hablo de mí, es decirle a un amor enamorado... Mientras la pasión lo devora, el amor lo aplaca. Mientras la pasión lo empuja, el amor lo detiene. Mientras la ira lo obnubila, el amor le aclara las ideas. Amor... y escribirte un poema que hable de nosotros entre líneas, entre las márgenes de un papel, entre la tierra y el cielo... serían unos versos que te explicaran que ya no estás en la tierra, que vives sí, pero en el cielo y para amar a Dios y que tienes que aferrarte a él, al amor, a nuestro amor, por si un milagro... por si un día María Magdalena enamorada... por si amanecieras un día entre la brisas de un mar en la tierra. El amor importa aquí en la tierra como en el cielo. Solo un enamorado puede volar y alcanzar las estrellas, y en la noche desvelada quizá levantarle la falda a la luna. El amor es ilusión, es fantasía y es esperanza. El amor es romanticismo. Cuando estás enamorado y necesitas verte reflejado en él, para atravesar su piel y penetrar sus venas, no piensas y menos te detienes, pase lo que pase, ocurra lo que ocurra, porque el amor tiene un punto de locura que te transporta. Locura de amor. Obsesión desmedida que nos transforma en el ser amado y nos devuelve cargado de ansias de vivir. Amor, reflejo de mis sentimientos... Amor de piernas tan infinitas y tentadoras como imposible tu mirada, amor de risa y sonrisa perenne. Amor, dónde estuviste anoche entre la tempestad de mi delirio... dime. Amor, amor, amor... qué lenta y dura es la agonía de olvidarte...

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