El Día de los Muertos, con tanto acarrear flores al cementerio para honrar a los finados, Ian me preguntó que si cuando yo me muera él también tenía que ir al cementerio... Me sentí con su misma edad llevando flores a mi güela. Me sentí ausente y vacío de mí, y a punto de maquillar la realidad que de ninguna manera me apetecía. Yo nunca le mentí a Ian. Viví tiempos complicados, escasos de fe, y con un muro que separaba el cementerio de la buena gente con el de los rojos y maricones al paredón. Aquel entonces dejó un vestigio profundo en mí. Pero tenía que enfrentarme a la realidad de los hechos sin culpas ni disculpas: "Ian, mi amor, cuando muera no podrás llevarme flores al cementerio porque a mí no me comerán los gusanos. Doné mi cuerpo a la ciencia y vendrán a buscarme de la facultad de medicina y aprovecharán lo que puedan de mí para que viva quien malvive si algo bien le vale para trasplantárselo y el resto para que aprendan los casi médicos cómo, qué, y algún porqué. Ian, tú y yo (no pasa nada, güelu) siempre estaremos juntos con nuestros mejores momentos. Y no quiero que estés triste por mí cuando me vaya. Tampoco que le tengas miedo a la muerte, porque es tan natural como la vida. Te quiero, Ian".
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