domingo, 3 de noviembre de 2024

Gracias por nada.

Soy incapaz de escribir la debacle que vivimos. A pesar de que ayer la debacle me llevó al hospital: los mayores tenemos un plus ante la debacle. Dos hostias y a casa. Y que no vuelva. Ayer no fui noticia. No me gusta ser noticia, ni ser viejo, pero no me preocupa, como a don Santiago Ramón y Cajal: "No deben preocuparnos las arrugas del rostro, que significan pérdida de grasa". La ciencia clasifica la vida humana en tres etapas: edad adulta, 34 años; madurez tardía, 60 años; vejez, 78 años. La ciencia, como si ya hubieran inventado todas las vacunas y llevado la cristiandad a la luna, se empeña en ponerle años al hambre. Lo cierto es que llegar a la vejez es privilegio de no todos, y llegar con salud de menos, y llegar debiéndole a los usureros dinero de nadie. El Santander por un ejemplo, obtuvo un beneficio de 9.309 millones de euros en los nueve primeros meses de 2024. Los bancos ganan dinero y no lo prestan a las familias sino a precio de usura. Ni a un viejo de 78 años para pagar el alquiler y comer un plato de sopa caliente, aunque se haya plantado como yo en la edad adulta: 34 años. Una sociedad que desecha a los viejos tras haberles sacado el jugo, solo puede parir sociedades imperialistas. Joder, dona, llevo mi vida entera con la salud mental a cuestas, y con los políticos ignorantes que invierten en corrupción y no en cultura. "Siempre ha habido analfabetos, pero la incultura y la ignorancia siempre se había vivido como una vergüenza. Nunca como ahora la gente había presumido de no haberse leído un puto libro en su jodida vida, de no importarle nada que pueda oler levemente a cultura o que exija una inteligencia mínimamente superior a la del primate". (Jesús Quintero). Gracias por nada.

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