Ayer mi esposa, como siempre por las buenas, me encomendó unas encomiendas de muy señor mío en la botiga del pueblo de Patricia. Las encomiendas de mi esposa las llevo apuntadas en una libreta que le entrego al señor de la botiga y muchas gracias. Las personas mayores es lo que hacemos. "Tenga usted". Y usted nos arregla la encomienda. Pero el caso que hoy me obliga a escribir no es el de un esposo explotado por su esposa, el caso es paranormal. Me explico: Camino de la botiga me di de morros con una mujer con la que no tengo una relación particular, tal vez no tenga relación. Yo no la conozco, pero ella se fijó en mí como si me conociera y en ese ahora mi mente absurda se metió en su cabeza. No era una mujer sensible a la desgracia ajena, ni de consuelo en su propia desgracia. En el lavadero municipal había ensuciado la reputación de una vecina y no se disculpó ni encontré una pizca de remordimiento en toda ella. No quiero tratos con mujeres de yo no soy así. Y mi mente absurda salió de su cabeza a la mía rumbo a casa y nada más llegar se le conté a mi esposa -mi esposa lleva lo de charlar con todo el mundo, de ahí las decepciones que lleva de casi todo el mundo-, y con las señas que le di tampoco te conocía. (El miedo que se siente donde aparecen las premoniciones como anticipación de lo aciago, es la muerte). Gracias.
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