Los viejos, por eso de haber vivido más, sabemos lo que valimos, y valemos mucho y no aceptamos rebajas, pero además, tenemos cerrada la puerta al orgullo, el orgullo caído del guindo, y no cantamos boleros en el lavadero municipal. Sabemos lo que valimos y no cruzamos rayas rojas como los politiqueros, aprovechamos las ocasiones para dejar un rastro sin dudas con palabras nuevas. Palabras sinceras, confiables, saludables, de una vida que sabe de dos preguntas la única respuesta: ¿Sabes que sabes, o sabes que no sabes? Los viejos sabemos y caminamos de la mano de la verdad y nunca bendecimos el silencio cobarde. Otros, comenzaron vencidos a recorrer lentamente la calle de todos los tormentos. A los viejos la verdad nos sale por la piel, aunque a veces la verdad no alivie las penas. Claro, cuesta mantener la verdad... Evidentemente. Claro, entonces, porque vienen tiempos tempestuosos un viejo iza las velas para llegar a puerto y ponernos a salvo. A los expertos vividores, fatales pensadores sin respuesta. "He andado muchos caminos, he abierto muchas veredas, he navegado en cien mares y he atracado en cien riberas. En todas partes he visto caravanas de tristezas, soberbios, melancólicos borrachos de sombra negra, y pedantones al paño que miran, callan, y piensan que saben, porque no beben el vino de las tabernas. Mala gente que camina y va apestando la tierra. Y un día como tantos... descansarán bajo la tierra". (Antonio Machado). Gracias.
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