lunes, 19 de febrero de 2024

Busco a esa mujer.

"... y recorriendo su figura resbalé sobre su cuerpo y me perdí entre sus abrazos". Busco a esa mujer. La persigo con pasos de activista fiel a mis principios, al amor y la santa poesía. Si la encuentro, entre mis abrazos será ella la que se pierda. Esa mujer. ¿Hasta dónde se puede llevar el odio, el no saber perder o el no querer ganar? ¿Qué más daño nos podemos hacer?

Esto es un diálogo de sordos, un sainete de mal gusto que feliz disfruta en su escondite, por cierto, ahora, a falta de dejarse ver se ha perdido entre otros abrazos, pero ese es otro tema. El tema de hoy es encontrar a esa mujer para explicarle que el amor no se encuentra en uno mismo, sino fuera de uno mismo. Decirle a alguien: ¡No entiendo la vida sin ti!. Y enseñarse a hablar apacible, a no hacer ruido y comenzar a quererse en silencio. Durante años ha pasado de mí, también yo de ella: nos hicimos daño. Casi viejos ya no vale el amor sin poesía, no es eficiente, no interactúa en varios frentes a partir de diferentes necesidades. Sumando más errores, corriendo descalza, liberando miradas de soslayo en la noche desvelada de plenilunio. Enterrado el odio lo que parecía imposible no lo fue, lo demás es pasado, aunque también es presente, al darnos cuenta de que el uno sin el otro éramos nada. Qué absurdamente tanto daño nos hicimos. Nacimos para conocernos y ser confidentes amigos. Pero no cedió a la tentación del sentido absoluto de la verdad. El amor, incluso la opción elegida por el desamor, se acostumbra rápido a que le den la razón. (¿Qué querrás hacer con la razón que nunca tuviste? Ni ganar ni perder). Gracias.

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