Días hay que mi esposa se levanta con el pie izquierdo y me dice: "que no te parezca mal". Y yo a temblar, pero hoy...". Días hay que echarse a temblar es poco. Pero si no me lo dice peor, lo deja adentro y cuando menos lo espero explota. Entonces deseo no haber nacido. Discutir es sano, si sabes cómo hacerlo. Es cuestión de poner los puntos y las comas y etcétera en su sitio y si aparece una duda la aclaramos para que no cree problemas. Nos amamos, por eso discutimos. Las discusiones incómodas no se dejan adentro ni se echan a rodar como una bola de nieve. Cuando mi esposa me dice que viene el viento de cara la invito a cenar, y, de regreso a casa, abrazados, como quinceañeros enamorados, discutimos. Casi siempre cosas de nuestras hijas sin importancia, sin importancia para nosotros. Mis hijas llegan a fin de mes con la nevera vacía. Ya no es noticia a destacar que las hijas y los hijos de este país no lleguen a fin de mes. Es la realidad que viven las familias en este país: nadie llega a fin de mes. Mi padre llevaba más dinero a casa que su padre, yo llevaba más dinero a casa que mi padre y mis hijas no llevan más dinero a casa que yo. Algo que se debe agradecer a las políticas neoliberales. (Francisco de Goya dijo: "No importa cómo fuera mi padre, lo que importa es como lo recuerdo yo". Yo estoy pegado a mis hijas en todo tiempo. Y si cuando me muera están aquí para darme las gracias por haberme conocido, ay. La familia, y los hijos primero). Gracias.
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