Cuando hablo de mí suelo presentarme como un güelu a seguir por sus ejemplos. El haber bebido tantos años en la fuente de la sabiduría, se podría decir que soy casi Eugenio al haber aprendido sin gran esfuerzo de la vida a vivir. Lo cierto es que le debo mucho a la vida, y pongo en conocimiento a quien pueda interesar, que nadie que haya depositado su confianza en mí defraudé. Con la mano en el corazón confieso no haber pactado con el maligno ni traté con olvidadizos. Y jamás renuncié al amor. Amo a la familia, y los hijos primero. Y por ser respetuoso con la vecindad, paso de soslayo por la acera de enfrente con mi cara de pocos amigos. Vivo con lo que tengo y soy leal a mis principios y defiendo mis causas sin fatiga. No comulgo con monseñores pederastas, despreciables sacacuartos, viles politiqueros, y me trae sin cuidado la muerte. Todos estamos sujetos a los ripios de la condición humana, somos imperfectos, pero yo aprendí del proverbio popular: "No se debe escupir en el cuenco que después usarás para beber". Quien escribe como un quijote con manchas se felicita porque la vida lo trató bien. (Llego a fin de mes, aunque a veces me avergüenzo y disimulo porque no todos y todas llegan a fin de mes). Gracias.
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